Por qué no podemos escoger a Dios – R.C. Sproul

Fui entrevistado ayer como parte de una serie de programas que se estaban presentando acerca de teología reformada y la persona que estaba encargada de ese programa me preguntó cuál era el problema básico entre la teología agustiniana, o la teología reformada y el semi pelagianismo histórico. Le dije: Yo pienso que se trata de

Fui entrevistado ayer como parte de una serie de programas que se estaban presentando acerca de teología reformada y la persona que estaba encargada de ese programa me preguntó cuál era el problema básico entre la teología agustiniana, o la teología reformada y el semi pelagianismo histórico.

Le dije: Yo pienso que se trata de una comprensión diferente de la libertad y del libre albedrío. Creo que el principal problema que se tiene con la soberanía divina, con la elección divina, es que inmediatamente dicen: «Bueno, creemos que el hombre tiene el libre albedrío». Bueno, yo no conozco ningún agustiniano en toda la historia de la Iglesia que no haya afirmado con firmeza que tenemos libre albedrío. Somos criaturas volitivas.

Dios nos ha dado mentes y corazones y nos ha dado voluntad y nosotros ejercemos tal voluntad todo el tiempo. Tomamos decisiones cada minuto del día y escogemos lo que nos plazca. Escogemos libremente, nadie nos está forzando, poniendo una pistola en nuestra cabeza. No somos robots. Los robots no tienen mente. Los robots no tienen voluntad. Los robots no tienen corazones. Somos seres humanos. Tomamos decisiones. Esa es la razón por la que tenemos problemas con Dios por las decisiones que tomamos en nuestra condición caída, son decisiones pecaminosas. Elegimos de acuerdo a nuestros deseos los cuales son malvados de continuo, tal como dice la Biblia, que estamos como muertos en delitos y pecados y eso se transfiere aún biológicamente, estamos muy vivos y estamos caminando de acuerdo con la corriente de este mundo conforme al principe de la potestad del aire, satisfaciendo las pasiones de la carne.

Eso es lo que la Biblia dice y también señala, muy claramente, que nosotros estamos activamente involucrados en tomar decisiones de las que somos responsables y que no se expondrán a nosotros al juicio de Dios. Y sin embargo, al mismo tiempo la Biblia nos enseña que estamos esclavizados.

Estamos libres de coacción, pero no tenemos lo que Agustín llamaba «libertad real». No somos libres de nosotros mismos. No estamos libres de nuestras propias inclinaciones pecaminosas y nuestros apetitos pecaminosos y nuestros deseos pecaminosos. Somos esclavos de nuestros impulsos pecaminosos.

Eso es lo que la Biblia nos enseña una y otra vez. La doctrina humanista del libre albedrío, el punto de vista pagano del libre albedrío, diría que el hombre es libre, no sólo de la coerción, sino que el hombre es libre en el sentido de que su voluntad es indiferente. No tiene predisposición o inclinación, prejuicio o predilección hacia el pecado.

Porque el pagano y el humanista niegan el carácter radical de la caída. Pero la Biblia nos enseña que somos criaturas caídas, que todavía escogen y toman decisiones, pero las hacemos en el contexto de nuestra prisión de pecado. Y la única manera en que podremos salir de prisión, es que Dios nos ponga en libertad.

Alejandro Villegas
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