Jesús y el Mundial

Carlos Contreras A mí me gusta el fútbol. En unas horas le tocará al equipo de mi nación su tercer partido, luego de haber hecho un buen trabajo contra Camerún y contra Brasil. En México, mi país, muchas empresas y fábricas paran de laborar, pues las ciudades se paralizan para dar oportunidad a que todos

Gabriel Achilier, jugador ecuatoriano.
Dando la GLORIA a Dios públicamente, aun después de haber perdido un partido.

Carlos Contreras

A mí me gusta el fútbol. En unas horas le tocará al equipo de mi nación su tercer partido, luego de haber hecho un buen trabajo contra Camerún y contra Brasil. En México, mi país, muchas empresas y fábricas paran de laborar, pues las ciudades se paralizan para dar oportunidad a que todos vean el partido por la televisión. Y cuando el “tricolor” gana un partido, las calles se llenan de celebrantes gritando “¡México, México, Ra, Ra, Ra!”, y el ahora famoso “¡Sí se pudo, Sí se pudo!”, como si la Selección Nacional hubiera logrado vencer a un enemigo terrible que amenazaba la integridad de nuestro País.

Para el mundo, el Mundial es un evento muy significativo. Es algo que los distrae de su vida llena de problemas y escasez. El mundo se siente mejor si su País avanza a la segunda ronda, y hasta se sienten grandes e importantes si llegan a pasar a cuartos de final o a semifinales. La selección representa a todo el País, y es como si los jugadores estuvieran jugando en nuestro lugar. Pero, tristemente, eso es todo lo que el mundo tiene. No tiene mayor esperanza en la vida que esos momentos en que algo bueno llega a pasar y la gente puede olvidar su pobre existencia en un mundo caído. Pero, y los cristianos, ¿cómo deben celebrar el mundial? ¿Podemos mostrar la misma exuberancia y pasión que nuestros conciudadanos?

La verdad es que no es pecado ver un partido de fútbol, ni lo es entusiasmarse si llega a ganar su selección nacional. Algunos creyentes en mi País asisten a la iglesia portando orgullosamente la camiseta de la Selección. Algunos hasta les gustaría que cambiáramos los horarios para que el culto de la iglesia se ajustara a los horarios de los partidos –cosa que no vamos a hacer–. El problema es cuando le damos al mundial un valor mayor de lo que merece. Yo lo he vivido: si ganamos me siento feliz, si perdemos me siento deprimido y triste, y si nos gana el País que siempre nos elimina me lleno de indignación y juicio contra aquellos. Si no tengo cuidado, me dejo arrastrar por la pasión por un evento que en realidad es irrelevante para el bienestar del mundo, y debería ser irrelevante para mi bienestar espiritual.

[quote]Si no tengo cuidado, me dejo arrastrar por la pasión por un evento que en realidad es irrelevante para el bienestar del mundo, y debería ser irrelevante para mi bienestar espiritual.[/quote]

Nosotros tenemos algo mucho mayor. El Creador del universo nos ha llamado para que seamos suyos. Un creyente no puede celebrar el Mundial como lo hace el mundo, pues no podemos celebrar a un equipo de fútbol con igual o mayor pasión que celebramos a nuestro Salvador, quien dio su vida en una cruz para rescatarnos de este mundo de miseria. No podemos comparar la gloria que merece un equipo que logra ganar un Mundial con la gloria que merece el Salvador del mundo.

El mundial no cambia nada, no salva gente, no mejora el mundo, no derrota el mal, no elimina la pobreza o el hambre, no combate la corrupción, no edifica el alma, etc. El mundial solo agita al mundo por unas semanas y luego se termina, siempre dejando atrás un sentido de vacío por el reconocimiento general de que no llenó ninguna esperanza, ni hizo ninguna diferencia en nuestra vida. Pero nosotros hemos recibido la mayor victoria. Jesús ha transformado nuestra vida por completo, nos ha hecho parte de su familia y nos ha concedido comunión con Dios Padre. Él nos ha entregado la gloria de la vida eterna junto a su Hijo Jesús, quien ha derrotado la muerte y el pecado en nuestra vida liberándonos por siempre. Cristo nos lo ha dado todo con una manifestación más que heroica e histórica, con un acto de inigualable amor, compasión y fortaleza que pagó la condena divina por nuestra culpa de pecado. El mundial no es para nada comparable con la gloria del evangelio de nuestro Señor Jesucristo.

Pero además, esta es nuestra oportunidad de mostrarle al mundo que nosotros tenemos algo mayor. Algunos me dirán, “cálmate Carlos, no exageres, déjanos disfrutar un poco”. Pero no puedo dejar de exclamarle a la gente que necesita saber que Jesús es mucho mejor que cualquier cosa que este mundo ofrece. Jesucristo salva, el mundial no. Jesucristo es eterno, el mundial no. Jesucristo es Dios, Messi, Ronaldo, Neymar o Chicharito no. Por eso, aunque no es pecado tener una afición al fútbol, si creo que el Mundial tiene el potencial de ser un tropiezo para muchos.

Jesucristo salva, el mundial no.

Dios nos hizo para adorar con pasión la verdadera grandeza; nos hizo con el deseo de darle gloria a aquel que nos cautiva y asombra. Cuando le entregamos algo de gloria, sin la debida medida, a algo que es trivial y pasajero, creo que debilitamos nuestra habilidad de expresar adoración apasionada al que verdaderamente lo merece. Es como llenar tu estómago con golosinas que arruinan tu apetito por el alimento verdadero.

Pero también una pasión desmedida por el Mundial puede ser de tropiezo al mundo que se pierde. El mundo necesita ver una iglesia intencionalmente dirigida en adoración hacia el verdadero Dios. Si adoramos a Dios con frialdad, pero nos desbordamos de pasión por un partido de fútbol, ¿acaso no estamos diciéndole al mundo que de alguna forma lo que suceda en el Mundial tiene mayor relevancia en nuestra vida que la que tiene nuestro Salvador? Simplemente, esos estadios estarán llenos de gente que está condenada a la muerte y juicio eterno. Debe movernos más su condición perdida que el resultado del partido. Los Mexicanos que tal vez van a gritar: ¡México ganó, Viva México!, necesitan que alguien les diga: México pasará y algún día será juzgado, pero Cristo vino para salvar a los Mexicanos que en arrepentimiento se vuelvan a Él. Muy pronto el Mundial pasará y tú seguirás sin vida, sin esperanza y sin Dios. Hay algo mucho mejor que el Mundial, se llama Cristo Jesús.

No diluyas tu pasión ni tu testimonio, si vas a disfrutar el Mundial, hazlo con sobriedad y mesura, recordando que hay solo uno merece toda la gloria y el mundo necesita saber de Él.

Fuente: http://thegospelcoalition.org/coalicion/article/jesus-y-el-mundial

Alejandro Villegas
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