DÍA 29 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Salmo 22:1 En este versículo vemos al Salvador en lo más profundo de su angustia. En ningún otro lugar se nos muestra la pasión de Cristo tan bien como en el Calvario, y en ningún otro momento del Calvario es tan profunda la agonía
DÍA 29
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Salmo 22:1
- De la pluma de Charles Spurgeon:
En este versículo vemos al Salvador en lo más profundo de su angustia. En ningún otro lugar se nos muestra la pasión de Cristo tan bien como en el Calvario, y en ningún otro momento del Calvario es tan profunda la agonía como cuando el grito de Jesús atraviesa el aire: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mateo 27:46).
En aquel momento su debilidad física se combina con la severa tortura mental de la vergüenza y la deshonra por las que tenía que pasar. Y lo peor de todo, lo que en definitiva marcó el punto culminante de su sufrimiento fue la agonía espiritual indescriptible que padeció como resultado del alejamiento de la presencia de Dios de su lado. Esta fue la más oscura noche del desgarrador padecimiento de Jesús y el punto en que descendió al más profundo abismo de su sufrimiento.
Ningún ser humano es capaz de comprender plenamente el significado de sus palabras, aunque a veces nosotros también deseamos exclamar: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» Hay etapas de nuestra vida en las que «nubes y oscuridad» (Salmo 97:2, RVR 1960) opacan el brillo de la sonrisa del Padre, pero siempre debemos recordar que Dios nunca nos abandona.
A veces sentimos una sensación de abandono, pero es solo una sensación. Sin embargo, en el caso de Cristo, él sí fue abandonado. Nos consterna percibir un leve distanciamiento del amor del Padre, pero Dios sí apartó su rostro del Hijo. ¿Quién podría alguna vez calcular la tremenda agonía que esto le produjo? En nuestro caso, nuestras penas son a causa de nuestra incredulidad, pero en el suyo, fue el grito agónico de un hecho espantoso y atroz: Dios se apartó de él durante un tiempo.
Ay, pobre alma afligida; tú que una vez viviste ante el brillo del rostro de Dios pero que ahora te encuentras en la oscuridad, recuerda que él nunca te ha abandonado. Dios, oculto tras las nubes, sigue siendo nuestro Dios como cuando brilla en el pleno esplendor de su GRACIA.
Sin embargo, si el simple pensamiento de que él pudiera abandonarnos nos produce una angustiosa agonía, imagina el intenso sufrimiento del Salvador cuando exclamó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?»
- De la pluma de Jim Reimann:
Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado. Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados. ISAÍAS 53:4-5
Cuántas veces me encuentro afligido por las adversidades de esta vida, sin embargo, Jesús padeció mucho más a mi favor. Con el tiempo he aprendido que el Señor usa hasta mis escasas dificultades para hacerme conforme a la imagen de su Hijo, pero aun así, a menudo me quejo.
Padre ¡cambia mi manera de pensar! Ayúdame a considerar los sufrimientos de mi Señor Jesús cuando me siento tentado a protestar. Que verdaderamente pueda ver cuán bendito soy de ser considerado capaz de «participar en sus sufrimientos» (Filipenses 3:10).
«Maltratado y humillado, ni siquiera abrió su boca;
como cordero,
fue llevado al matadero;
como oveja, enmudeció ante su trasquilador;
y ni siquiera abrió su boca» (Isaías 53:7).
«Vuelvan a Mí». Devocionales 365. Ch. Spurgeon y Jim Reimann.
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